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Alejandro Serrano


Alejandro Serrano

viernes, 29 de abril de 2016

Cuando hay que explicar lo evidente.....





Ya decían.... "cuando hay que explicar lo evidente, malos tiempos corren"

Por suerte, esta entrada es de TODO LO CONTRARIO.

Todo partió con un control de calidad de una pieza metálica. ¿Cómo estaba ordenada la materia química en el interior?. Según las temperaturas, tipo de enfriamiento, etc.... podría ser una u otra con características muy dispares (algunas muy resitentes a los golpes, otras a los estiramientos, etc....). Según el tipo de pieza interesaba una característica u otra y solía venir indicado contractualmente.


Ahora hago un paréntesis. ¿Nadie se ha planteado por qué, en el campanario de una iglesia puede haber dos campanas casi idénticas, del mismo tamaño y grosor y sonar de forma diferente?. Sí, si el grosor es diferente o si una de ellas es más pequeña sonarán diferente pero.... ¿Mismo metal, mismas dimensiones y sonar diferente?

Por ahí venía el control de calidad. Esto es, según la estructura química tras el enfriamiento tendrían una característica u otra. 

¿Cómo distinguirlo?. Había una forma impecable: mediante ensayo destructivo. Se miraba al microscopio y os aseguro que no falla.

Segunda pregunta: ¿Cómo distinguirlo de forma no destructiva?.
Había varios métodos pero uno infalible era precisamente "el de la campana". Se le daba un golpe con un pequeño martillo metálico y, según el sonido que hiciera, se aceptaba o no.

De hecho, y por motivos de salud laboral, al final se hacía pero los empleados tenían tapones en los oídos (uno o dos los aguantas, el día entero escuchando eso.... sordo en cuatro días) y se ponía un aparato al lado que reconocía un tipo u otro de sonido y emitía una luz verde o roja según procediese.

Y..... uno de los controles de calidad que pasaban muchas piezas metálicas consistían en que la persona, antes de depositarlas en el contenedor, le diese un pequeño golpe con un martillo (que se podía incluso semiautomatizar con un imán controlado con un pedal para que no tuviera que soltar la pieza de las manos) y que un medidor de sonidos indicase el tipo de sonido que se percibía.



Hasta aquí todo bien y llega la consabida auditoría ISO 9001 la cuál, aleatoriamente quiere conocer el proceso de esa pieza.
Se le explica y hace una pregunta: ¿Y cómo se sabe distinguir cuando una pieza está al límite?.

Es que.... lo habitual era utilizar un equipo que distinguía un sonido u otro pero era perfectamente posible hacerlo de oídas (como si cualquiera que lee esto se pone a oír cómo suena una pieza al ser golpeada)

Para ello le llevamos dos fragmentos de dos piezas concretas que habían pasado por ensayos destructivos. Eran las que, por características de los mismos al microscopio, más veíamos que tenían la materia ordenada según esa estructura o que la tenían desordenada aún aproximándose. Digamos que los dos ejemplos más próximos al límite (bueno y malo, cada uno).

Le dimos un golpe con un martillo a cada uno de ellos y lo comprobó él mismo. Sonaban diferente. Le enseñamos dónde estaba la diferencia al microscopio y lo que las hacía diferente y el sonido en consecuencia también.

Todas las piezas con la estructura que no llegase a lo aceptable sonarían de una forma muy diferente a la otra.

Tanto.... que se ahorró pedirnos certificados de calibración y demás.
Lo dio por bueno. Aplicó sentido común y "contra-parafraseando" la cita anterior: cuando no hace falta explicar lo evidente, buenos tiempos corren.





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