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Alejandro Serrano


Alejandro Serrano

viernes, 19 de febrero de 2016

¿Hablamos de normativa?.... que ese payo no me venga con leyes....




Pues eso decía la canción... que ese payo no me venga con leyes, que pa' eso yo soy gitano, y tengo sangre de reyes en la palma de la mano....


Los operarios de un equipo concreto, con operaciones donde había unos problemas de ergonomía, rotaban entre sí cada hora. Era una recomendación del prevencionista.
La cumplíamos a rajatabla pero los propios operarios entre sí se habían organizado un sistema de rotación en el que, ni entraba ni salía. Digamos que si a ellos les gustaba y a mí me iba bien, pues todos tan contentos.

El problema es cuando de una costumbre haces una obligación y había que hacerse así, porque habían llegado a la conclusión de que "era así como se debía hacer".

Como decía, si a ellos les gustaba y a mí me iba bien, de maravilla... el problema es cuando un día, por unas circunstancias ajenas (personal no entrenado suficientemente en algunas tareas) tenía que romper su sistema tradicional de rotación. No me gustaba inmiscuirme en esas tradiciones que debían venir de tiempos de los íberos como poco... pero cuando el jefe te achucha con que hay que sacar resultados y sabes que como a tal persona la pongas a hacer tal trabajo estás perdido porque ni sale la producción, ni sale la calidad.... ni sale nadie por la puerta, pues hay que "tirar por la calle de enmedio".

Y le di orden al jefe de equipo de esa zona de que se rotase estrictamente según un orden que marqué. Solo para ese día pero había lo que había.

Es cuando uno de los más veteranos se enfada y le pide al jefe de equipo hablar conmigo. Vale...pues que venga. El jefe de equipo se pone a hacer su operación y entra a hablar a la oficina.

¿Qué sucede?.
Y me relata su queja por la rotura del sistema tan ancestral que tenían de rotación y que se veía perjudicado y que....

y le explico que les he dejado hacer siempre la rotación como les gustaba pero que los objetivos imponían y...

y me interrumpe hablando de la ergonomía.

y le matizo que la ergonomía y las recomendaciones del prevencionista se están cumpliendo a rajatabla con las órdenes que le he dado al jefe de equipo.

y me dice que "de toda la vida de Dios se había hecho así, así y así"


Llegados a este punto me entraron unas ganas muy grandes de decirle que estábamos en un Estado aconfesional y que sus argumentos no me valían (he recibido "argumentos" surrealistas y este lo tengo metido en el repertorio) pero... ¿Para qué discutir?

Opté por lo siguiente.

Sin inmutarme y con tranquilidad abrí el cajón y rebusqué en ese sitio donde teníamos un pedazo panfleto llamado Convenio Colectivo. Ese panfleto que conviene sacar cuantas menos veces mejor pero que hay que aprendérselo como los Axiomas de Peano que se estudiaban el primer día de clase e Cálculo infinitesimal.

Se lo puse encima de la mesa, le miré a la cara con firmeza pero suavidad y le pregunté: ¿En qué parte del convenio aparece lo que me estás pidiendo?

El operario siguió con las suyas, le dejé terminar y repetí la pregunta.... que sí, que todo lo que me estaba contando de maravilla pero que dónde estaba estipulado.

El asunto venía de que se habían organizado de una manera que les gustaba más pero que, como responsable de la unidad no tenía por qué ceñirme a ella, y, ni mucho menos, eran "derechos adquiridos". El responsable era yo, el que daría la cara por los resultados era yo y al que le pedirían rendir cuentas. En consecuencia, y teniendo en cuenta lo escrito en el convenio y las prescripciones de los prevencionistas había tomado una decisión ante una situación anómala.

Pues... no llegó ni a abrir el convenio.
Mejor para él porque perdería el tiempo. Tendré fallos como todos pero el convenio me lo sabía mejor que el propio comité de empresa y alguna vez que me habían reclamado algo les había citado el artículo por su número.


Fue entonces, cuando se puso tenso, cuando retiré el convenio y lo volví a meter en el cajón. Aplicando un poquito la empatía me puse en su lugar. Era una persona que superaba los 50 años, llegaba allí más de veinte y no tenía formación técnica. Lo que le pidieran y punto, y obviamente confundía las costumbres con los derechos... pero a él y a muchos. Otra cosa es que él se hubiera quejado más firmemente.

Opté por darle la vuelta a la tortilla. Cogí un folio y le pinté la línea de producción, marqué los puestos clave por los que tenían su propio sistema de rotación y el nombre de las personas que estaban ese día trabajando. Le expliqué las habilidades de cada uno en ellos (que eso se lo sabía igual que yo e hicieron falta pocos comentarios) y que tenían que salir los productos por la línea sin parar lo más mínimo... y que ese día debíamos trabajar así. Que si al día siguiente la situación era otra, obviamente yo no ponía pegas de la misma manera que llevaba años sin ponerlas. Que si me metía por medio.... ¿No sería por algo?

De convenios, el operario sabía poco, pero explicado sobre el papel y con las debidas explicaciones, a la par que le comenté por qué confiaba en él para un puesto complejo, el que menos gustaba, lo entendió de maravilla.

Como digo, no era una persona de formación técnica... pero plasmarle todo en un folio con palabras sencillas fueron los cinco minutos mejor invertidos que tuve con él en unos cuantos meses.

Se volvió a su puesto de trabajo, los compañeros vieron en la cara que volvía "convencido" y que no protestaba y no hubo ninguna queja en lo que quedaba de jornada. Se cumplieron expectativas de objetivos y, como al día siguiente la situación era otra, ya les dejé que se organizasen nuevamente.



¿Dónde radica la dificultad de todo?. Por una parte en saberse poner un ratito los galones. Un poquito de autoridad pero basada en conocimientos técnicos (en este caso saber cuáles eran los puestos claves y lo que decían los departamentos de personal y de prevención).
Pero también en la empatía de una persona que estaba dispuesta a trabajar, que no ponía objeciones al respecto y solamente estaba desconcertada y quería una explicación

Todos quieren hablar cinco minutos. No hay, ni que dar largas, ni que evitar el problema, ni eludirlo. Tan solo plantearlo. Si yo quería objetivos y él estaba dispuesto a trabajar, la dificultad estaba en explicar por qué así y no de otra manera... lo conseguí y, con su actitud, lo transmitió al resto.






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