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Alejandro Serrano


Alejandro Serrano

martes, 14 de junio de 2016

El precio de la impuntualidad (1/3)





Había sido citado a una reunión con muchos departamentos. Seríamos al menos 20-25 personas de diferentes departamentos los citados a una hora concreta en una sala concreta. Se nos iba a dar una información y la íbamos a tener que pasar a nuestros departamentos.

Lo fácil, claro está, hubiera sido enviar la información por correo electrónico y una explicación del mismo. Sin embargo, el directivo que la convocó quería tomarse las molestias de que todo estuviera claro, que no se dejase nada al azar. Fue el motivo de la reunión. El archivo se nos envió por correo electrónico al acabar, lo desplegamos a todos los que procedía y, lo que se evitaba era el "teléfono roto".  O sea, malas interpretaciones o erróneas que hicieran perder el tiempo o, aún peor, tomar un camino equivocado.

Llegué a la sala indicada con cinco minutos de antelación y papel y boli. El directivo estaba ya preparado desde hacía un rato con la presentación que nos iba a hacer. Fue llegando la gente con cuentagotas y, a la hora estipuladisima, se acercó a la puerta y la cerró con llave.

Acto seguido comenzó la reunión solo con los que estábamos presentes (aproximadamente el 70%). Pasó las transparencias orientadas hacia la situación actual, los objetivos, etc... y estaría cinco minutos hablando de las mismas.

Acabada esta parte, y según hablaba de la última parte, se acercó a la puerta, quitó la llave y la abrió de par en par.

La gente que estaba en la puerta entró uno detrás de otro ocupando los sitios que quedaban. El directivo no quiso atender las excusas que le planteaban por el retraso. Le importaba un pimiento si era por una causa de fuerza mayor, por finalizar bien un trabajo o por lo que fuese. Él había programado una reunión y esperaba que todo el mundo se la tomase con interés.

Todos los presentes (los puntuales y los que llegaron tarde) pudimos escuchar el resto de la presentación y, como estaba previsto, recibir el archivo. Sin embargo, en el "previo", los más rezagados se quedaron sin oír de propia voz del directivo su opinión.


¿Por qué?

Se trabaja bajo un sistema donde la puntualidad es importante. Donde si hay una pausa para ir al aseo en la cadena de producción, de 11:00 a 11:10, al que llega a las 11:10:30, ya está generando molestias y problemas a la empresa y además, son cuantificables.

¿Queremos un sistema en el que todo el mundo no hace más de ocho horas pero las ocho horas son totalmente eficaces?. Empecemos dando ejemplo.

El directivo en cuestión lo tuvo claro....
interés por la reunión = preparación con antelación contemplando incluso problemas de última hora.

¿Os suena?


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